Según Guillermo Álvarez Guedes, había una abuelita venezolana viviendo en Miami, quien tenía a su cargo a su nieta de unos 13 años, muy avanzadita, la niña y… como suele estar la juventud por esta época y a esa edad: con las hormonas alborotadas. La nieta había sido mandada por sus padres desde Venezuela, para que no viviera en aquel ambiente “revolucionario”, lleno de malandros.
Un buen día, la abuelita notó que su nietecita querida, tenía como una “jinchazón” en el vientre y decidió llevarla a un médico americano, muy bueno, que le recomendaron en Doral.
Luego de examinarla, el médico le aseguró a la abuela que su nieta tenía tres cuatro meses de embarazo.
“¡No puede ser! – gritó la abuela indignada – si mi nieta es un angelito. Nada más hay que verle la cara de querubín que tiene. Lo de ella es un gas, mi querido doctor”.
Con la misma, agarró sus macundales, a la nieta y se largó del consultorio del médico gringo, tremendamente indignada.
Como ya era hora de almorzar, decidió comerse un pabellón criollo en El Arepazo II, en donde se encontró con unas amigas que le recomendaron a un magnífico médico venezolano, quien había abierto su consultorio, precisamente, al doblar de la esquina.
Luego de examinar a su nieta, el médico venezolano repitió el diagnóstico del médico gringo, en cuanto a que la nietecita tenía cuatro meses de embarazo. El mismo estallido de rabia e impotencia, por parte de la abuelita de aquel “angelito”, se repitió en el consultorio del paisano.
En lo que estaban a punto de dejar el consultorio, la secretaria – cubana, recién llegada – del médico venezolano se le adelantó y le recomendó, de una manera muy conspirativa, que llevara a su nieta al consultorio de un médico cubano, quien hacía poco se había escapado del plan “Barrio Adentro” en Venezuela y tenía un post-grado en embarazos. Con la misma, metió la mano en su sosten y sacó de él una tarjetica chimba, con el nombre, dirección y teléfono del “médico” graduado en Guanabacoa.
La abuela, por no dejar, se dirigió inmediatamente al consultorio del “médico” cubano y le advirtió:
“Mire, doctor, ya estoy cansada de tanta desidia e ignorancia por parte de los médicos a los cuales he llevado a mi nietecita, a este angelito que usted ve aquí. Todos persisten en diagnosticarle un embarazo de cuatro meses, cuando lo que mi nieta tiene son gases estomacales”.
El “médico” cubano, ni pendejo que fuera, luego de revisar a la niña, se dirigió a la abuela en los siguientes términos: “usted tiene toda la razón, abuela. Su nietecita lo que tiene son gases… gases inmensos. Ahora bien: ¡le recomiendo que vaya comprando un coche, para que saque a pasear el peo que se va a tirar dentro de cinco meses…!”
El grueso de los venezolanos está como la abuelita del cuento. Cree que Chávez es demócrata y que sus líderes de la MUD están ahí para defender y representar al pueblo opositor. Es cierto, la MUD es una maravilla y Chávez será depuesto tras las elecciones del año que viene, pero váyanse comprando la caja de Caballito Freano que tendrán que tomarse después del HIPER-MEGA-FRAUDE, para agarrar fuerza para las próximas “elecciones”, en el 2018.